Él se defendía a través de las teclas. Su escudo era la pantalla y su espada, el ratón. Decía lo que quería sin miedo a la represalia. Sabía que no la tendría. Se creía intocable.
Lo que Fernando decía utilizando las teclas como pluma y la pantalla como papel, era real, era déspota y tirano.
Sólo escondido era capaz de crear discursos que asustaban al mismo diablo.
Sus palabras eran duras. No podía hacer nada. Estaba asustada. No quería saber más.
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